Hay una ausencia que llenaba mis mañanas...
Chorreaba por la medianera de mi vida, me salpicaba con sus gotas justo sobre los
párpados y me obligaba a abrir los ojos a la realidad.
Esa realidad solitaria, con sabor a
domingo sin nadie que me invite a pasear.
Sin nadie que se recueste sobre mi
ombligo con ganas de que le cuente quien soy.
Sin nadie dispuesto a peinar mis
penas y dibujarme un corazón en el hombro con un crayón.
Sin nadie no sería tan malo. Lo malo
es que hoy es sin ti.
Ya no se como conjugar el verbo de tu
presencia porque estás en mi vida y no. O porque tal vez tú estés en la mía y
yo no en la tuya. Ya no más.
Porque tal vez tus ganas de amarme por siempre se
desvanecieron con tu última cerveza o con la niña de pelo corto que te
sonrió con algo más que una sonrisa.
Porque tal vez tu eternidad tenga la
medida de lo breve y cuando dijiste que nuestro encuentro sería uno de los
momentos que elegirías para que duren mucho tiempo, te referías exactamente
a esto, a un diminuto plazo que solo cabe en una oración, yo no juré que te amaría para siempre, yo solo lo hago hasta un día antes del para siempre (sabio consejo de mi amado Cobayo), lo que quiere decir es que te amaré siempre porque no puedo odiarte...
Tuve que abrir el botiquín en busca
de una venda y un poco de algodón para curar el agujerito que dejaste en mi
ilusión. Me senté sobre el piso frío, con los pies descalzos y me di cuenta de
algo que fue casi una revelación. Mi apuesta al amor sigue en pie, más allá de
que mi torpe corazón siga andando a lo pendejo por la vida, llevándose por
delante a los que descreen como tú. Roto, parchado y vuelto a remendar, aún
conserva intacta la capacidad de creer que puede hablar en plural. Sigue
convencido de que las horas pierden la mitad de intensidad cuando no se
comparten y de que el mundo es un lugar creado para abrazarse.
Allá tú y a los otros... Postergando. Aferrado a lo
fugaz. A lo que no deja huella. A lo efímero que no tendrá la capacidad de
lastimarte, pero tampoco de emocionarte.
Acá yo. Sorprendida. Llena de
preguntas. Desilusionada al darme cuenta que eso de contar contigo no
era más que hasta dos, o hasta tres a lo sumo.
Apenas te fuiste sacudí mi ropa para desprenderme del rastro de tu perfume y me pinte los labios como un señuelo que atrajera a otra boca para besar que no fuera la tuya. Hice una estúpida promesa a un santo del que no recuerdo su nombre, y tome un brebaje de elaboración casera implorando que se lleve tu recuerdo...
Pero bueno desecho lo malo que supongo es tu inmadurez producto de esos hermosos 25 años... pero tus gestos los guardo. Tu voz la conservo. La sensación de haber creído que erascapaz de ser distinto la dejo sobre el buró que esta a un lado de mi cama, esa en la que dormiste por casi año y medio y nadie eso te lo juro, nadie ha dormido conmigo tantas noches, tú has sido el único... en fin... Tú, puedes hacer con mi recuerdolo que quieras. Con lo poco que sabes de mi. Con lo que no te animaste a averiguar. Porque de haberme conocido un poco, el final no se habría dado... quedate con el recuerdo de ese millar de besos y mi pelo largo. Con mis ojos mirándote como si lo fueras todo, al menos por un tiempo...
Dos seres recortados del paisaje.
Absortos en medio de la multitud.
Eso fuimos. Eso es lo que hoy viaja, sin
despedirse, al cajón de los recuerdos...
ADIOS niño colombia, que tengas buena vida...