Ando buscando la vereda del sol pero llevando un paraguas en mi mochila por si se trepan los nubarrones negros a mi cabeza. Aunque dudo que el paraguas me sirva de algo.
Cada tanto me pasa. De pronto estoy cantando una canción, con los pies descalzos colgando de la silla, y aparecen esas enormes ganas de bajar la mirada y de quedarme contemplando el piso, con el sonido en off. Sopongo como dice mi psiquiatra es mi depresion estacional que se apresuro a llegar con el frio, lo curioso es que el frio me sienta bien, aunque mi psiquiatra diga que me sienta mal, la muy pendeja me ha dicho que tengo que tomar baños de sol jajajajajajajaja, pues solo que sea para fijar el calcio jajajajajaja.
Últimamente me acontece el miedo a vivir. Se adueña de mi pecho con todo su peso. Me lo hunde, me lo aplasta, me lo roba de a poquito y me pone grilletes en los pies.
Y yo me niego, de a ratos, y le hago frente con una espada inventada pero sin filo.
Otros ratos no me animo. Me gana mi instinto vulnerable y me rindo a la espera de un abrazo que me rescate antes de que se hunda mi propio Titanic.
Ando buscando la esquina en la que nacen las historias con garantía de finales felices sin escuchar a los que me murmuran al oído que tal esquina no existe.
Voy caminando en zeta, zigzagueando por caminos nuevos que repentinamente se convierten en laberintos con hadas y faunos.
Y yo me niego, de a ratos, y le hago frente con una espada inventada pero sin filo.
Otros ratos no me animo. Me gana mi instinto vulnerable y me rindo a la espera de un abrazo que me rescate antes de que se hunda mi propio Titanic.
Ando buscando la esquina en la que nacen las historias con garantía de finales felices sin escuchar a los que me murmuran al oído que tal esquina no existe.
Voy caminando en zeta, zigzagueando por caminos nuevos que repentinamente se convierten en laberintos con hadas y faunos.
Voy en busca del encuentro conmigo, sacudiéndome la piedra del zapato cuando se empeña en molestar mi paso. Me doy una ducha fría, cuando el cansancio que me provoca la búsqueda me agobia. Me seco con el viento de la mañana, que llega a mi vida cuando ya está anocheciendo, y me recuesto sobre el primer hombro que tiene ganas de sostener mi cabeza hasta que me duermo.
Si me cuentan cuentos me los creo. Me volví una fervorosa creyente de un mundo mejor que aún no descubro. Tal vez sea eso lo que me motive a seguir despabilada...la esperanza de que puedo matar el historial de mi memoria y reescribir con lápices nuevos un epílogo distinto.
Ando abriendo puertas a fuerza de golpes y arrancando promesas con los dientes.
A la espera de que alguien me traiga flores sin que tenga que estar muerta. Con el corazón alborotado en medio de un sol capaz de hincharme las venas de las emociones y de disecar las penas.
A la espera de que alguien me traiga flores sin que tenga que estar muerta. Con el corazón alborotado en medio de un sol capaz de hincharme las venas de las emociones y de disecar las penas.
Estoy en carne viva. Sangrando por los talones y las mejillas. Con un colibrí picoteando el poco néctar que me brota del alma en los momentos en que recuerdo quien soy.
Con una enredadera trepándome hasta las rodillas y una espina clavada en la yugular.
Despojada de certezas.
Repleta de dudas.
Con una alcancía entre las manos mendigando una moneda de afecto a los que suelen quererme.
Con 5 tickets para cambiar por un amor que pretendo canjear antes de que el tiempo los vuelva amarillentos.
Con una sensación de felicidad mezclada con este pánico a disfrutar de lo que tengo y amo.
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