Nunca me han gustado las despedidas. Me incomodan, me corroen. Me obligan a pensar en el tiempo de ausencia que seguirá a ese abrazo o a ese adiós. O a la ausencia permanete.. Detesto tener que asimilar una pérdida, acostumbrarme a que quien estaba en mi vida ya no está, o al menos no de la misma manera. Adoro las presencias, la cotidianeidad de los vínculos, su mutación, su crecimiento paulatino y la transformación que nos genera en nuestro propio ser a través del tiempo. Cada persona que ha pasado por mi vida dejó su marca. Algunas casi imperceptibles. Otras sin convertirse en inolvidables. Pero algunas me marcaron con su tinta indeleble y me regalaron el disfrute de evocarlas en formato de postal en blanco y negro en esas pausas que me regala el día. Tu me marcaste con tu voz, con tu delgada figura, tus inmensos ojos, y tus rizos locos... el año pasado comenzo la batalla tristemente no ganaste y a partir de hoy hay que lidiar con tu ausencia...